Capitulo 20: El secreto del
jardín de Andrómeda.
Abrimos la puerta, un grupo
de fortachones vestidos de negro nos esperaban. La cerramos rápidamente y nos
miramos los unos a los otros. Drebber suspiró, miró hacia abajo, sonrió y
volvió a abrir la puerta. Todos nos alarmamos, no sabíamos lo que iba a hacer.
Levantó la cabeza mientras que los otros se reían y corrió embistiéndolos.
Todos salimos corriendo mientras que Drebber los apartaba para que no nos
alcanzasen, sacrificando su libertad para garantizar la nuestra. Ya solo éramos
cinco los que continuábamos el camino hacia nuestro hogar y un supuesto tesoro
maya. Nos pasamos quince minutos escapando hasta que llegamos al fondo del
pasillo. Una puerta de por lo menos tres metros de altura se alzaba ante
nosotros. Nos bloqueamos al no saber cómo mover aquellos dos muros de madera.
Al oír los pasos de nuestros perseguidores no lo pensamos dos veces y empujamos
las puertas. Se abrieron poco a poco y nos fuimos colando uno a uno.
No nos dio tiempo a
cerrarlas así que subimos por las escaleras de la torre a toda prisa. De
repente Alice nos mandó parar:
-Quietos. Ya no se oyen los
pasos.
-Es cierto, ¿Por qué habrán
parado?-Dijo Flora-.
-Mejor dicho, ¿Por qué han
empezado?-Respondió Raquel-.
-Eso no importa, ahora hay
que llegar a lo más alto de la torre. ¿Qué hora es?-Pregunté-
-¡Vaya! Ya son las cinco de
la mañana. Venga, Luke tiene razón, lo que importa es llegar para saber que hay
ahí arriba. –Dijo Alice subiendo las escaleras-.
La estancia era idéntica a
la de la primera torre en la que estuvimos. Solo que esta estaba mucho mejor
iluminada. Mirando hacia arriba no se podía saber cuándo acabarían las
escaleras. Llegando a los últimos tramos de escaleras Raquel dijo:
-¡Esperad! Cuando lleguemos
ahí arriba solo un equipo se salvará, ¿Qué ocurrirá si llegamos dos grupos?
-No me lo había planteado,
pero pase lo que vaya a pasar, será inevitable-Respondió Emmy-.
-Pues ¿A que esperamos para
averiguarlo?-Dijo Alice agarrando el pomo de la puertecita más alta del
castillo-.
Agarré a Flora de la mano
temiéndome lo peor, la puerta se abrió descubriendo un pequeño habitáculo de
pocos metros cuadrados en los que cabíamos todos, pero muy apretujados. Las
paredes estaban llenas de apuntes, notas y operaciones matemáticas. Todas las
hojas tenían de título “La vida eterna”. Por lo demás, el suelo estaba pintado
con dibujos muy raros y esquemáticos, también había una caja de madera colgada
del techo. De repente la puertecita por la que entramos se cerró y la voz
empezó a sonar:
-Amigos ganadores, veo que
habéis sido varios los equipos que habéis llegado hasta aquí. Me alegro. Habrá
salvación para todos. Antes de nada, abrid la caja de madera.
Abrimos la caja y
encontramos dos bengalas de socorro.
-Perfecto, salgamos de
aquí. –Dijo Alice-
Intentó abrir la puerta
pero esta se había quedado atrancada y ya no abría.
De nuevo, nuestro anfitrión
dijo:
-En el techo tenéis un
agujero tapado por una dura plancha de metal que no podéis mover, esa plancha
desaparecerá para que podáis lanzar las bengalas cuando hayáis resuelto el
enigma maya de la vida eterna y sus otros dos tesoros. Todos los papeles que
hay delante de vosotros son mis investigaciones sobre el tema en cuestión. En
el suelo está representado el pergamino maya que conduce al tesoro, esto es
todo lo que tenéis para averiguar cómo llegar hasta él. Si no lo conseguís, no
salís. Adelante.
Después de dejar de hablar,
Emmy se llevó las manos a la cabeza y dijo:
-Ahora sí que se acabó. No
hay nada que hacer.
-Venga, que no está todo
perdido, podemos averiguar el secreto de la vida eterna. –Dijo Flora
alegremente mientras que se apartaba del lugar que pisaba para ver la
inscripciones-.
El pergamino se dividía en
cuatro secciones. En una de ellas se encontraba una rosa, junto a una llave. En
la siguiente una mujer con corona, junto a una llave prácticamente igual a la
anterior. En el tercero un águila con
la llave. En la cuarta sección, más grande que las otras, se encontraba el
dibujo de lo que parecía una cueva. En el interior de la cueva había una flor,
igual que le primera que habíamos visto en el pergamino.
Alice miró a Emmy y le
dijo:
-Emmy, ¿estás pensando lo
mismo que yo?
-Creo que sí. ¡Tenemos la
respuesta!-Gritó Emmy-.
Todos abrimos los ojos como
platos y empezamos a preguntar, pero antes de que ella pudiera decir nada, la
voz dijo:
-Increible, desde el primer
momento supe que esta competición serviría. Os he estado preparando para esto.
Los más fuertes que pudieran superar mis dos enigmas y la última prueba, serían
los que sabrían resolver esto. Ahora dime, ¿donde se encuentra el tesoro?
-En la cueva que hay
subiendo la montaña, debes escalar un poco llegando a la bifurcación. Ahora
déjanos salir.-Dijo Emmy enfadada por haber sido utilizada-.
-Gracias. –Dijo nuestro
secuestrador mientras que se abría la ventana del techo-.
-¿Entonces para que eran
los enigmas?-Dijo Flora-.
-¿No lo has entendido? Los
enigmas y los hombres de antes eran pruebas para comprobar que nosotros
teníamos cualidades suficientes como para descubrir el misterio de la isla.-Le
respondí decaído-.
-Pues yo no he sufrido
tantos peligros para volver a casa con los mismos problemas que con los que
llegué. ¡Quiero mi tesoro!-Insistió Flora abriendo la puerta y bajando las
escaleras-.
Emmy y Raquel le siguieron
mientras que Alice y yo recogíamos las bengalas para poder salir de la isla. En
cuestión de media hora habíamos salido del castillo y ya corríamos siguiendo a
Emmy hacia la salida de la cueva. Bajamos las escaleras de la cueva
agarrándonos a Alice para no perdernos. Emmy apartó el cuerpo del hombre al que
Alice mató en la cueva para que no lo viésemos. Esta vez nos guiábamos con la
luz del teléfono de Raquel.
Encontré una de las hojas
del diario del profesor en el suelo y empecé a leer después de que me explicaran
lo que había ocurrido allí el día anterior. Seguimos el sonido de los pasos por
el interior de la cueva hasta que nos encontramos con un callejón sin salida,
alumbramos a la pared y vimos una flor que señalaba hacia la izquierda, así que
decidimos ir hacia allí. Volvimos sobre nuestros pasos y encontramos otro
callejón sin salida varios metros a la izquierda. Su flor también señalaba a la
izquierda. Así seguimos buscando hasta que en uno de los últimos callejones
vimos a alguien, le alumbramos y él se tapó la cara y se metió en la sala que
tenía delante y de la que provenía una luz azulada. Le seguimos hasta que le
pudimos ver bajo una gran cúpula de cristal translucido acariciando la hierba
del campo que había allí. Sobre el crecían flores de todo tipo. Azules,
amarillas, rojas, blancas y al fondo una flor artificial de oro, que mediría
unos quince centímetros más o menos. El hombre que buscaba algo en el suelo
llevaba un elegante traje rojo con una pajarita negra, tenía el pelo negro como
la noche pero las puntas de un azul oscuro que le daban un toque de locura a su
perfil. Su rostro era pálido y sus ojos verdes. Llevaba zapatos blancos que se
estaban manchando al restregarse con la hierba. Se giró hacia nosotros y dijo:
-Hola, veo que también
habéis conseguido llegar hasta aquí, aunque demasiado tarde para coger la rosa
de la vida eterna. La primera de las llaves para conseguir el gran tesoro maya.
Me presentaré, soy Allan Droi, historiador y catedrático suspendido desde hace
dos años. Justo lo que llevo investigando esto.
Tras esto comenzó a escalar
la pared de rocas hacia una claraboya que había en el techo. Alice agarró una
piedra con la intención de repetir lo que había ocurrido en esa misma cueva el
día anterior, pero Emmy le cogió de la mano y le hizo soltar la piedra. Acto
seguido corrió a la pared y escaló agarrando el pie de Allan para que bajase,
Raquel, Alice y Flora le acompañaron. Yo me quedé pensando y salí de la cueva
rápidamente. Mientras que ellas le intentaban detener sin éxito yo me situaba
sobre la claraboya. En unos segundos se abrió y pude ver la cara de Allan, que
pasó de ser un signo de victoria a uno de fracaso. Le empujé hacia abajo para
que callera. Cuando se recuperó de la caída vio la llave en manos de Flora, que
la agitaba delante de él, así que abandonó la cueva porque ya no podía hacer
nada más. Cuando se iba dijo:
-Esta llave es vuestra,
pero os juro que la siguiente la conseguiré yo.
Tras semejante victoria nos
abrazamos y miramos al exterior, donde ya había amanecido. Ahora tocaba salir
de allí.